Día 18/06/09 CIZUR MENOR- ESTELLA (44 kms)
Después de una nochecita difícil causada a partes iguales por los nervios, el calor de mi saco y el ruidito de la maquina para no roncar de otro peregrino desayunamos rápidamente y partimos motivadísimo de Cizur Menor en busca de nuestra primera jornada de aventura.
Nada más salir del pueblo nos encontramos un camino en magníficas condiciones y un paisaje espectacular plagado de praderas floreadas. Pronto nos topamos con el primer tramo embarrado y una infernal cuesta pedregosa que no nos deja otra opción que subir a pie empujando las bicis. Hacemos un descansito donde creemos que es la cota del Alto del Perdón, la principal dificultad del día. Pero no, tan solo se trata del cementerio de Zariquiegui, y aun nos queda un mundo. Matamos el rato departiendo con otros 2 cicloturistas italianos de Venecia.
Tras degustar unas gominotas reemprendemos marcha buscando la carretera que bordea el Alto del Perdón pero, para cuando queremos darnos cuenta, nos vemos arrastrando la bici otra vez por unas cuestas brutales cual burros de carga.
Han pasado casi 3 horas desde que emprendimos marcha cuando consigo divisar cumbre, la niebla y la alegría me invaden. Después de consolar a una Nuria desmoralizada por el esfuerzo inmortalizamos el momento. Compramos unos sándwiches de tortilla para reponer fuerzas y si, por fin, un largo y tendido descenso por carretera.
Pronto llegamos a Uterga y, con él, un precioso tramo bordeando campos, flores, trigales y huertas bajo un espléndido sol que empezaba a asomar de entre las nubes. Tras dejar Muruzabal (y su corto pero tremendo repechón) y Obanos (¿o estaba en este pueblo el repecho?) llegamos pronto a Puente la Reina mientras conversábamos con el peregrino de los ronquidos. Aquí paramos a degustar los sándwiches, tomar unas fotillos y disfrutar de este bonito pueblo y su antiquísimo puente. El camino hacia Mañeru comenzaba bien pero pronto se transformó en una rampa exagerada de barro y piedras. Para colmo el espléndido sol se había convertido en una tostadora que multiplicaba por mil la tortura. Después de innumerables paradas conseguimos abandonar ese camino del diablo y coger la nacional hasta Mañeru. Decidimos torturarnos un poco más hasta Cirauqui y prepararnos esa merecida comida: espaguetis parmesano y espaguetis al pesto, ese fue el menú.
Tras 2 horitas de parón, rozando los 40° y las piernas destrozadas partimos hacia Estella. Primero descenso de esos chulos y después “cuestecita” hasta Lorca que consigo culminar sin poner pie a tierra. Mientras espero a la parejita me entretengo fotografiando el vuelo de las águilas, ¡increíble cuantas hay! Pasamos Villatuerta sin más y ya estamos en Estella. Sólo con mirar a los compis me doy cuenta de que hoy haremos noche aquí, las novatadas y el calor han podido con nosotros.
Estella, resultó ser un pueblo precioso enclavado en medio de un valle y su correspondiente río (NOTA: Me quedé con ganas de bañarme en él). Nos alojamos en el albergue parroquial que regenta el encantador hospitalario Diego, hispano-italiano que se desvive con todos y cada uno de los peregrinos, que desprende energía por todos los poros a pesar de dormir solo 3,5 horas diarias. Este chico fue la primera grata sorpresa humana que nos deparó el Camino. Cenamos pasta y una deliciosa ensalada que llevaba de todo, por supuesto todo a cargo de Diego. A las 22:30, después de una estupenda velada de conversación con Diego y los peregrinos, nos fuimos a recuperar
Después de una nochecita difícil causada a partes iguales por los nervios, el calor de mi saco y el ruidito de la maquina para no roncar de otro peregrino desayunamos rápidamente y partimos motivadísimo de Cizur Menor en busca de nuestra primera jornada de aventura.
Nada más salir del pueblo nos encontramos un camino en magníficas condiciones y un paisaje espectacular plagado de praderas floreadas. Pronto nos topamos con el primer tramo embarrado y una infernal cuesta pedregosa que no nos deja otra opción que subir a pie empujando las bicis. Hacemos un descansito donde creemos que es la cota del Alto del Perdón, la principal dificultad del día. Pero no, tan solo se trata del cementerio de Zariquiegui, y aun nos queda un mundo. Matamos el rato departiendo con otros 2 cicloturistas italianos de Venecia.
Tras degustar unas gominotas reemprendemos marcha buscando la carretera que bordea el Alto del Perdón pero, para cuando queremos darnos cuenta, nos vemos arrastrando la bici otra vez por unas cuestas brutales cual burros de carga.
Han pasado casi 3 horas desde que emprendimos marcha cuando consigo divisar cumbre, la niebla y la alegría me invaden. Después de consolar a una Nuria desmoralizada por el esfuerzo inmortalizamos el momento. Compramos unos sándwiches de tortilla para reponer fuerzas y si, por fin, un largo y tendido descenso por carretera.
Pronto llegamos a Uterga y, con él, un precioso tramo bordeando campos, flores, trigales y huertas bajo un espléndido sol que empezaba a asomar de entre las nubes. Tras dejar Muruzabal (y su corto pero tremendo repechón) y Obanos (¿o estaba en este pueblo el repecho?) llegamos pronto a Puente la Reina mientras conversábamos con el peregrino de los ronquidos. Aquí paramos a degustar los sándwiches, tomar unas fotillos y disfrutar de este bonito pueblo y su antiquísimo puente. El camino hacia Mañeru comenzaba bien pero pronto se transformó en una rampa exagerada de barro y piedras. Para colmo el espléndido sol se había convertido en una tostadora que multiplicaba por mil la tortura. Después de innumerables paradas conseguimos abandonar ese camino del diablo y coger la nacional hasta Mañeru. Decidimos torturarnos un poco más hasta Cirauqui y prepararnos esa merecida comida: espaguetis parmesano y espaguetis al pesto, ese fue el menú.
Tras 2 horitas de parón, rozando los 40° y las piernas destrozadas partimos hacia Estella. Primero descenso de esos chulos y después “cuestecita” hasta Lorca que consigo culminar sin poner pie a tierra. Mientras espero a la parejita me entretengo fotografiando el vuelo de las águilas, ¡increíble cuantas hay! Pasamos Villatuerta sin más y ya estamos en Estella. Sólo con mirar a los compis me doy cuenta de que hoy haremos noche aquí, las novatadas y el calor han podido con nosotros.
Estella, resultó ser un pueblo precioso enclavado en medio de un valle y su correspondiente río (NOTA: Me quedé con ganas de bañarme en él). Nos alojamos en el albergue parroquial que regenta el encantador hospitalario Diego, hispano-italiano que se desvive con todos y cada uno de los peregrinos, que desprende energía por todos los poros a pesar de dormir solo 3,5 horas diarias. Este chico fue la primera grata sorpresa humana que nos deparó el Camino. Cenamos pasta y una deliciosa ensalada que llevaba de todo, por supuesto todo a cargo de Diego. A las 22:30, después de una estupenda velada de conversación con Diego y los peregrinos, nos fuimos a recuperar
No hay comentarios:
Publicar un comentario