lunes, 27 de julio de 2009

Camino de Santiago Día 7

Día 24/06/09 RABANAL DO CAMINO – VILLAFRANCA DEL BIERZO (55 Km.) [A estas alturas una risa]

La mañana amanece muy fría, y nos espera el famoso Alto de la Cruz de Ferro. Desayunamos unos panes de leche con un zumito de piña. A pesar de que lo intento evitar por todos los medios nos tocar salir junto a los militronchos fanfarrones de Fuenlabrada. Salgo un poco después para no tener que coincidir con esta gente pero la pendiente se nota ya desde el principio y paso pronto a Nuria y a Martín. No tardo en alcanzar a los militares y los paso con mi ritmo pausado pero constante. Parece que el cabecilla se pica y se viene conmigo, charlamos un rato y luego pega un arreón. No pienso picarme no sea que después lo acabe pagando.

Ya llevamos un par de Km. de subida y parece que las piernas me están respondiendo bien, me dejo un punto de vida en el cambio (un último piñón) por si las moscas y sigo con la marcheta en busca del pueblo de Foncebadón. Las curvas y las rectas se suceden. Agradezco sobremanera los tramos recién asfaltados. ¡Uff! ¡Qué duro! ¡Pero que bonito! A pesar del enorme esfuerzo que me está suponiendo lo estoy pasando en grande. Me pongo cabezón en los momentos de flaqueza para no echar el pie a tierra.

Llevo ya 4 kilómetros recorridos y no rastro de Foncebadón que se suponía que estaba a unos 5,5 de Rabanal y otros 2 y pico de la cima. Tal vez será por la niebla que me envuelve… Empiezo a pasarlo bastante mal y lo único que me anima es ver el sendero de tierra (o más bien barro) por el que suben los caminantes ¡Eso si que son rampas! Por fin diviso el maldito pueblo pero la alegría del momento se disipa al instante tras comprobar la brutal rampa que se presenta a 100 metros de mis ojos por la que ya empieza a subir el militar. ¡Y lo peor es que no se ve el final de la rampa! Antes de entrar en esta agoto mi último punto de vida e intento estirar los riñones. Giro a la derecha y me encuentro una enorme y empinada recta que se me antoja insalvable. Fijo mi respiración y solo me concentro en dar pedales, parece que de momento subo bien. Creo que ya llego a una curva con descansillo pero la niebla me impide ver un poco más allá.

El supuesto descansillo son 10 míseros metros de falso llano y después otra recta bastante más empinada que la anterior. ¡Joder! ¡Ahora si que tendré que bajarme! Resoplo con fuerza y tiro para delante. Primero por el arcén derecho, luego al izquierdo, no se ni por donde ir y parece que no avanzo. Pienso en levantarme pero creo que eso acabaría de matarme. Así que tiro de riñonada y empiezo a hacer eses utilizando todo el ancho de la calzada (¡menos mal que no circulan coches!). El pulso se me ha disparado definitivamente. Me viene a la cabeza una imagen de Jan Ulrich sufriendo como un perro en el Tour. Observo una curva no muy lejana y parece que allí baja un poco el desnivel pero no se si llegaré hasta allí. ¡Vamos! ¡Solo un poquito más! Ya estoy en la curva, aun sigue picando hacia arriba pero después del tramo anterior esto me parece casi en bajada. La cumbre no puede estar lejos. Por fin veo un tramo de bajada real. 100 metros, una rampita y, ¡ahí está!, la Cruz de Ferro. ¡He llegado! y aunque lo he pasado mal, en general no ha sido para tanto.


Miles de fotos. Dejo mi piedra. Charlo con unos picoletos. Como algo. Doy vueltas por el refugio nervioso como un niño. Escribo un rato. Y cientos de cosas más pero está gente no aparece por ningún lado.

Hora y pico después hacen su aparición. Ellos también están exhaustos, pero de arrastrar las bicis y sus respectivas alforjas. Más fotos, más descanso y continuamos la marcha pero aun nos esperan un par de sorpresas en forma de repechotes antes de llegar a la cota máxima. Pero después de lo anterior este sube y baja me parece un caramelito. Antes de iniciar el descenso vuelvo a esperarlos y de paso tomo algunas instantáneas. Estamos a más de 1500 metros de altura.

Comienza el descenso. Una auténtica pasada, sencillamente genial, esa es la única forma de definirlo. Comienza con largas rectas y curvas amplias hasta El Acebo. A pesar de que no quiero correr me planto fácil en los 70 Km. /h y hasta rozo los 80 Km. /h. En el precioso pueblo de El Acebo toca reducir marcha puesto que la gente de paseo y el empedrado del suelo lo hacen necesario, desde luego no está de más admirar la belleza de este pueblo. Después viene otro tramo de largas rectas pero con curvas cerradas que lo hacen si cabe más espectacular. Continúo bajando con una sonrisa de oreja a oreja en la cara e incluso me sorprendo adelantando a los coches. Desde luego mereció la pena realizar el ascenso. No puedo más que detenerme a la entrada del pueblo de Molinaseca que me ha embelesado. Tras 3 o 4 fotos no tardan en llegar Martín y Nuria también fascinados por el descenso.

Antes de Campo nos toca un último repecho y ya descenso hasta Ponferrada. Justo en el cartel de entrada al municipio no sobreviene el primer pinchazo, y le ha tocado a Nuria.
Total que me toca darles una clase práctica de cómo sustituir la rueda de atrás y luego directos a Mercadota a comprarnos algo de almuerzo y comida que devorar en el parque.

Visitamos el precioso casco histórico de Ponferrada para después dirigirnos a la estación de autobuses a buscar uno para Nuria. A las 13:30 sale el autocar hacia Villafranca del Bierzo, 20 Km. nos separan a Martín y a mí de esa localidad. Los primeros 15 los hacemos volando, casi parece que llegaremos antes que el autobús. Pero en los últimos 5 hace su aparición el viento que sumado a la ligera pendiente hacia arriba los hacen bastante duros y nos parecen 20. Por fin llegamos al pueblo y, para variar, el albergue está en lo más alto del pueblo. Nos registramos y a comer. El suculento menú elegido para hoy es arroz tres delicias y tortilla de patatas.

Por la tarde la rutina de siempre, una ducha, lavar ropa, paseo por el pueblo, compras, cena (esta vez en restaurante y por cortesía de Martín) y a dormir tempranito. Hoy me duermo escuchando como Estados Unidos le mete el segundo gol a España.

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