lunes, 27 de julio de 2009

Camino de Santiago Día 8

Día 25/06/09 VILLAFRANCA DEL BIERZO - TRIACASTELA (57 Km.)

Hoy tenemos por delante un puerto duro y no sabemos muy bien donde se acabará la etapa. Parece que hemos sido algo más rápidos que de costumbre y salimos antes que nunca. Los primeros kilómetros se me hacen muy fáciles, desando llegar cuanto antes a las faldas del puerto. Poco después de Trabadelo me detengo para ayudar a un ciclista extranjero que me pide el bombín, acto seguido arregla su bici, me devuelve el hinchador y no se digna ni a darme las gracias, que menos, ¿no?

En Ambasmestas, tras 17,5 Km. de la salida me paro a esperar a la grupeta que se hace esperar casi 40 minutos. Por consenso, decidimos ir por la comarcal y quedamos en reencontrarnos en O Cebreiro. Comienza la subida real (aunque ya lleva rato picando hacia arriba), paso Vega de Valcarce y me dirijo ya hacia Ruitellán, de momento me siento bien, parece que la pendiente no es muy elevada. Continúo curva tras curva subiendo por un precioso valle que luce verde por los cuatro costados. Sigo ascendiendo por el trazado de la desierta calzada atravesando los pueblos de Las Herrerías y Las Lamas. Poco a poco me voy fatigando, ya son muchos kilómetros cuesta arriba. Empiezo a pasar calor, pero como pare a quitarme algo de ropa no voy a ser capaz de continuar. El cielo está nublado pero yo no paro de sudar como un perro. Para colmo cada vez el desnivel es mayor, y, por si fuera poco, el ver los puentes de la Nacional (que va al mismo sitio que yo) como ciento y pico metros por encima de mi cabeza me hace temblar las piernas ya que tendré que salvar la misma altura en menos espacio.

Giro una curva y me encuentro un repechón de muerte, se me está haciendo interminable y aun no he llegado ni a Piedrafita. Por fin observo el pueblo de El Castro, menos mal porque ya estoy moribundo. Al llegar a la altura del municipio ya intuyo Piedrahita, creo que pararé a esperar allí, O Cebreiro ha podido conmigo. Tras una curva me sorprende el cartel de Galicia (Uy, pero que cerquita estoy ya de Santiago) y decido adelantar mi parada por un motivo justificado. Foto junto al cartel y a sufrir un poco más. A pesar de mi breve parada llego tremendamente cansado y empapado por el sudor a Piedrafita, me detengo en su mirador para tomar unas instantáneas. Me cambio de ropa, tiendo la sudada, me como unas nectarinas y una barrita. Hago más fotos, escucho música, leo unos pasajes del libro que me acompaña y desesperado llamo a Martín para ver por donde van. Me dice que les queda poco, menos mal porque ha empezado a llover y yo me estoy congelando.

Llegan. Martín dice que aun queda mucha subida, yo le digo que no puede ser, que como no subamos a donde las antenas… Después de compartir unos minutos reemprendemos la marcha. Joder, sigue la cuesta, y tengo las piernas sin fuerza, se me han quedado frías con el parón y encima empieza a llover fuerte. Paro brevemente en un mirador a tomar fotos. Otra curva y sigo subiendo, no puede ser, no veo el pueblo, esto debe de ser una pesadilla. Intento llegar a una bajada que he visto a lo lejos, consigo llegar pero es breve, de momento seguimos subiendo. A la lluvia se le ha sumado la niebla, hace un frío de cojones. Maldita sea, Martín tenía razón, debemos estar ya más arriba que las dichosas antenas. Por fin, entre la niebla hace su aparición el pueblo de O Cebreiro. Breve visita y me largo que hace mucho frío. ¡Qué alegría! Por fin bajada.

Mi gozo en un pozo, después de unos 500 metros vuelve a picar para arriba. ¡Será un momento! – pienso. Pues no, es otra subida como Dios manda lo único que me hace no bajarme de la bicicleta es el amor propio, ya que 30 metros delante una guiri sube con aparente tranquilidad. La adelanto, soy todo un macho alfa. De repente cojo entre la niebla a otro ciclista y ante mí aparece una majestuosa estatua y un cartel que dice: Alto de San Roque, ya decía yo… La niebla en el alto es ya espesísima, o he tenido muy mala suerte con el día o no se quién puede vivir aquí. El otro ciclista me asegura que ya todo es bajada, pero ya no se si fiarme. En efecto, tras una corta bajada vuelve a aparecer otra cuesta arriba, me armo de paciencia y sigo con la marcheta hacia arriba. Rebaso el Hospital de la Condesa y continúo ascendiendo. Vuelvo a divisar el cartel de un alto, esta vez es el Del Poio. Ahora si que sí, ya tiene que venir la bajada. Guau, que alivio. A pesar de que estoy empapado, de que la lluvia arrecia con fuerza y que el viento también me castiga disfruto del descenso como un cochino. Al principio con algo de precaución por el asfalto mojado, pero enseguida me olvido y hago un descenso algo temerario. Aunque estaba deseando llegar a Triacastela, la bajada se me hace corta, ¡podía haber seguido bajando 2 horas más!

Parece que ha salido el Sol, me hago un rinconcito en un parque, tiendo mi ropa en los columpios y me agencio un banco para preparar la comida. Cous-cous y Sopa primavera es el menú. Decido empezar a comer ya que no se cuando hará su aparición esta gente. Les dejo las ollas mi tapaditas para que no pierdan el calor y me pongo a leer mientras me tumbo al sol a ver si cojo algo de temperatura.

Ya ha comido toda la familia, pero aun teniendo el estomago lleno deciden que no continúan, que nos quedamos a hacer noche en Triacastela. No opongo mucha resistencia y me parece bien porque hoy estoy muy cansado y con mucho frío en el cuerpo. El albergue está muy bien, además hay poca gente y tenemos Internet gratuito ¡qué lujo! Cenamos un poco de pasta y unas jugosas chuletas que hemos comprado en el pueblo. Ha valido la pena el descanso.

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