martes, 28 de julio de 2009

Camino de Santiago Día 9

Día 26/06/09 TRIACASTELA - ARZÚA (105 Km.)

Salimos de Triacastela en busca de Sarria para buscar un nuevo autobús. Optamos por la ruta de Samos para ver el famoso monasterio. Carretera sube y baja que a primera hora de la mañana se hace bastante cómoda. Llego a Samos casi sin enterarme y tomo algunas fotos mientras me culturizo leyendo los carteles turístico-explicativos. Al contrario que la parte anterior, el tramo hasta Sarria es más duro puesto que pica mayormente hacia arriba, además el cansancio de los días ya va haciendo mella y mis piernas están muy pesadas.

Cruzamos el pueblo hasta la estación de autobuses y buscamos uno para Melide, el destino previsto para hoy. Los dejo en la estación y marcho de Sarria que, dicho sea de paso, no me pareció gran cosa. Desde la salida me encuentro todo el terreno cuesta arriba y aunque voy reventadito me animo a seguir pues aun me quedan muchísimos kilómetros para llegar a destino. Paso Viles, paso Barbadelo y cuando llego a Peruscallo estoy tan cansado que cuando veo un BBVA inmediatamente lo utilizo como excusa para pararme a sacar dinero y tomarme unas gominotas o cualquier otra cosa que me de energías.

Ya toca seguir y, gracias a Dios, apenas me queda subida, todo lo contrario. De repente se descubre ante mí una magnífica bajada hacia Portomarín y su embalse de Belesar. Las vistas son maravillosas pero disfruto tanto bajando que no me paro a hacer fotos. Las águilas me rodean, incluso veo dos persiguiéndose casi a ras de suelo delante de mi bici. Maravillado por el espectacular paisaje continúo bajando y pronto llego al nivel del lago, sigo el camino y me encuentro de frente con el puente que cruza el embalse hasta Portomarín. Si señor, este pueblo si que me parece bonito, de momento se ha convertido en mi preferido de los que he atravesado en Galicia.

No dudo ni un instante en pararme a disfrutar de este maravilloso pueblo unos minutos. Una adorable pareja de abuelitos holandeses se suma a mi ruta turística. Ya es hora de continuar. Ya decía yo que tanta bajada era sospechosa. Menuda cuesta arriba me toca sufrir ahora, además hoy parece que ha venido a visitarme el hombre del mazo y estoy con la pájara encima pero no me puedo parar y ver como me pasan alegremente los abuelitos… Este terreno rompepiernas me está matando.

Ya en Gonzar decido detenerme en un porche ante la insistente lluvia. Devoro una nectarina mientras observo como el agua cae violentamente sobre el asfalto y los pobres peregrinos a pie. La verdad es que desde que hemos entrado en Galicia prácticamente no ha dejado de llover. Recibo una llamada de Martín, resulta que en Melide hasta las 19:00 no podemos hospedarnos y a esa hora quién sabe si quedarán plazas. Total, que han decidido hacer 14 kilómetros más hasta Arzúa. Para ellos no supone mucho pero a mi solo con pensarlo me tiemblan las piernas. Visto lo visto decido arrancar de nuevo a pesar de la lluvia. Paso Hospital y Ventas de Narón pero parece que nunca va a llegar el final de la subida. Ligera bajada pero tras Ligonde vuelve a inclinarse hacia arriba la carretera. Estoy desesperado, ¡y lo que me queda aun!

Decido olvidarme de todo, apretar los dientes y dar pedales al máximo para llegar cuanto antes que es lo único en lo que pienso. Por suerte, tras el alto de Rosario aparece la bajada. Atravieso a toda marcha Palas de Rei y antes de Casanova otro repechito. La técnica empleada es dar pedales al máximo en los descensos para así aprovechar la inercia en los repechos que son los que matan. Más de ese continúo tobogán de subidas y bajadas rompepiernas. Pero a la cabeza solo me viene Alberto Contador e intento dar pedales con la fluidez que lo hace él. A la altura de Melide paro otro poquito a informar a la parejita de mi paradero y a inyectarme un poco de glucosa en vena.

Vuelvo de nuevo al ajo, después de Melide hay descenso ¡Bien! Pedales, dientes apretados, más pedales, paso un pueblo, repechón, y otro pueblo. ¿Cómo?, no me lo puedo creer, leo el cartel de entrada y pone ARZÚA. Y solo son las 16:00. No paro hasta llegar al albergue, saludo a Martín y Nuria que me esperan con la comida recién hecha, me alojo, comemos, me ducho y caigo derrotado en la cama. Hoy toca siesta.

Ya recuperados salimos los tres a buscar una pulpería, para darnos un homenaje. Encontramos un lugar fantástico y acogedor. Por supuesto, nos comimos un buen pulpito a la gallega con sus cachelos correspondientes. Esta vez me toca a mi invitar, y muy a gusto que lo hice. Luego a descansar para afrontar el último día hasta Santiago puesto que ya solo nos separan 45 kilómetros de la plaza del Obradoiro.

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