Día 19/06/09 ESTELLA - AZOFRA (84 kms)
Amanecemos a las 5:50, algo más temprano que el día anterior (hay que aprovechar las horas de poco sol) aunque nos tomamos el desayuno preparado por nuestro anfitrión con tranquilidad. Después del Colacao, las tostadas y las galletas recibimos con gusto los últimos consejos de Diego, montamos las bicis y con algo de pena nos despedimos de este familiar albergue.
Los primeros kilómetros son de subida constante pero no demasiado dura, por suerte, de momento está nublado, esto sumado a que estamos recién descansados hace que la afrontemos bastante bien. Tras charlar un rato con el italiano de los 150 kms diarios (venía desde Barcelona) meto ritmo e intento seguirlo, acabo dejándolo por imposible. Justo al coronar hago una parada para esperar al resto y me encuentro con un señor muy amable de Castellón que habíamos conocido ayer.
Largo descenso hasta los Arcos. ¡Qué gozada! Hoy si que estoy disfrutando a base de bien, esto es otra cosa… Estos kilómetros se me pasan volando mientras voy dándole fuerte a los pedales y hasta yo me asombro de lo rápido que voy. Parada de espera después de la subidita a Sansol, decidimos continuar hasta Torres del Río para almorzar. Compramos en la tienda del pueblo (por cierto, ¡menudo negocio hace!) y recuperamos energías gracias a unos estupendos bocatas de jamón york y queso mientras un perro hippie nos observa hambriento.
Al reemprender la marcha nos espera otra subida bastante majeta, 4 kms con rampas entorno al 5% hasta la Ermita de la Virgen del Poyo, pero hoy me encuentro con fuerzas y tirando de riñón la subo del tirón. Después de las subidas siempre llega la recompensa en forma de bajada, vaya gustazo de descenso, cada vez me animo más y ya paso de los 60 por hora. Justo antes de un corto pero duro repechón (500 metros al 13,7% de desnivel) tengo que parar en un bosque a hacer de vientre. Gajes del peregrino…
No se muy bien como pero consigo subir también esa rampa, ¡hoy estoy que me salgo! Más bajada camino de Viana. Y cuando ya parecía todo cuesta abajo hasta Logroño aun nos sorprende una cuesta de 30 metros pero de más del 20% ¡Ojú! Y yo sin plato pequeño… No he hecho tantas eses en mi vida.
Una señora encantadora nos da unos planos de Logroño y nos explica un par de detalles sobre la ciudad, nos despedimos agradecidos y penetramos en esta bonita ciudad. Un parque nos sirve de alojamiento temporal mientras compramos pan y nos hacemos unos bocatas. Las patatas al jamón me supieron a caviar, pero del bueno. Allí en Logroño, tras 45 kms, Martín y Nuria deciden tomar un autobús hasta Santo Domingo de la Calzada, yo decido probar suerte e intentar llegar hasta allí.
A la salida de Logroño, y tras visitar su centro histórico, me sorprende un estupendo carril bici hasta el Embalse de la Grajera que me pareció un paraje muy bello y acogedor. Después buena cuesta de tierra, empiezo a notar en mis piernas los kilómetros recorridos, me va a costar llegar a Santo Domingo. Como recompensa vuelve a hacer aparición la bajada, descenso hasta Navarrete, bueno, miento, los últimos 500 metros hasta el pueblo son indecentes, una rampa que no sube ni Contador.
En el maldito Navarrete me perdí hasta dos veces y, a pesar de mis primeros síntomas de desfallecimiento, no puede continuar por la Nacional debido a las malas indicaciones y teniendo que coger el camino de peregrinos que me acabó de matar. Subida constante hacia Ventosa, que hizo honor a su nombre (¡en contra, por supuesto!). Ahí creía que había acabado la subida, pero mi gozo en un pozo, aun quedaba lo peor y además el terreno estaba embarrado e impracticable.
Cuando conseguí coronar el Alto de San Antón y sus miles de montoncitos de piedras por un camino totalmente desierto mi estado era lamentable y solo pensaba en llegar a Nájera para hacer noche. Después de un descenso temerario por una trialera llegué exhausto a este pueblo. Me recibió un bonito pueblo en fiestas construido entorno a un hermoso río. Me hubiera gustado conocerlo más a fondo pero… Al llegar por fin al albergue el hospitalario me invita amablemente a largarme de allí (¡solo porque voy en bici!). Me vende la moto diciéndome que a 7 kilómetros hay un pueblo que tiene un albergue casi exclusivo para ciclistas, y que la carretera es prácticamente llana. ¡Y un cojón! Me hubiera gustado verle a él subir esa tremenda cuesta de un par de kilómetros que había a la salida de Nájera.
Amanecemos a las 5:50, algo más temprano que el día anterior (hay que aprovechar las horas de poco sol) aunque nos tomamos el desayuno preparado por nuestro anfitrión con tranquilidad. Después del Colacao, las tostadas y las galletas recibimos con gusto los últimos consejos de Diego, montamos las bicis y con algo de pena nos despedimos de este familiar albergue.
Los primeros kilómetros son de subida constante pero no demasiado dura, por suerte, de momento está nublado, esto sumado a que estamos recién descansados hace que la afrontemos bastante bien. Tras charlar un rato con el italiano de los 150 kms diarios (venía desde Barcelona) meto ritmo e intento seguirlo, acabo dejándolo por imposible. Justo al coronar hago una parada para esperar al resto y me encuentro con un señor muy amable de Castellón que habíamos conocido ayer.
Largo descenso hasta los Arcos. ¡Qué gozada! Hoy si que estoy disfrutando a base de bien, esto es otra cosa… Estos kilómetros se me pasan volando mientras voy dándole fuerte a los pedales y hasta yo me asombro de lo rápido que voy. Parada de espera después de la subidita a Sansol, decidimos continuar hasta Torres del Río para almorzar. Compramos en la tienda del pueblo (por cierto, ¡menudo negocio hace!) y recuperamos energías gracias a unos estupendos bocatas de jamón york y queso mientras un perro hippie nos observa hambriento.
Al reemprender la marcha nos espera otra subida bastante majeta, 4 kms con rampas entorno al 5% hasta la Ermita de la Virgen del Poyo, pero hoy me encuentro con fuerzas y tirando de riñón la subo del tirón. Después de las subidas siempre llega la recompensa en forma de bajada, vaya gustazo de descenso, cada vez me animo más y ya paso de los 60 por hora. Justo antes de un corto pero duro repechón (500 metros al 13,7% de desnivel) tengo que parar en un bosque a hacer de vientre. Gajes del peregrino…
No se muy bien como pero consigo subir también esa rampa, ¡hoy estoy que me salgo! Más bajada camino de Viana. Y cuando ya parecía todo cuesta abajo hasta Logroño aun nos sorprende una cuesta de 30 metros pero de más del 20% ¡Ojú! Y yo sin plato pequeño… No he hecho tantas eses en mi vida.
Una señora encantadora nos da unos planos de Logroño y nos explica un par de detalles sobre la ciudad, nos despedimos agradecidos y penetramos en esta bonita ciudad. Un parque nos sirve de alojamiento temporal mientras compramos pan y nos hacemos unos bocatas. Las patatas al jamón me supieron a caviar, pero del bueno. Allí en Logroño, tras 45 kms, Martín y Nuria deciden tomar un autobús hasta Santo Domingo de la Calzada, yo decido probar suerte e intentar llegar hasta allí.
A la salida de Logroño, y tras visitar su centro histórico, me sorprende un estupendo carril bici hasta el Embalse de la Grajera que me pareció un paraje muy bello y acogedor. Después buena cuesta de tierra, empiezo a notar en mis piernas los kilómetros recorridos, me va a costar llegar a Santo Domingo. Como recompensa vuelve a hacer aparición la bajada, descenso hasta Navarrete, bueno, miento, los últimos 500 metros hasta el pueblo son indecentes, una rampa que no sube ni Contador.
En el maldito Navarrete me perdí hasta dos veces y, a pesar de mis primeros síntomas de desfallecimiento, no puede continuar por la Nacional debido a las malas indicaciones y teniendo que coger el camino de peregrinos que me acabó de matar. Subida constante hacia Ventosa, que hizo honor a su nombre (¡en contra, por supuesto!). Ahí creía que había acabado la subida, pero mi gozo en un pozo, aun quedaba lo peor y además el terreno estaba embarrado e impracticable.
Cuando conseguí coronar el Alto de San Antón y sus miles de montoncitos de piedras por un camino totalmente desierto mi estado era lamentable y solo pensaba en llegar a Nájera para hacer noche. Después de un descenso temerario por una trialera llegué exhausto a este pueblo. Me recibió un bonito pueblo en fiestas construido entorno a un hermoso río. Me hubiera gustado conocerlo más a fondo pero… Al llegar por fin al albergue el hospitalario me invita amablemente a largarme de allí (¡solo porque voy en bici!). Me vende la moto diciéndome que a 7 kilómetros hay un pueblo que tiene un albergue casi exclusivo para ciclistas, y que la carretera es prácticamente llana. ¡Y un cojón! Me hubiera gustado verle a él subir esa tremenda cuesta de un par de kilómetros que había a la salida de Nájera.
Con más corazón que cabeza llegué a Azofra y a su famoso albergue. El sitio estaba muy bien, muy moderno, con habitaciones dobles y muchas comodidades pero eso de que es para ciclistas… Después de la ducha y las compras me puse a cenar (mi Cazuela de carne [precocinada] de la abuela) junto con Victor (de Vigo) y Kaitz, que resultó ser mi compañero de habitación y también iba a bici, con los que mantuve una agradable conversación. A las 22:30 a dormir.
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